El malo, señala Cicerón en De Officiis, hereda a pocos sus bienes(sus robados bienes). Pero sus ambiciosos deseos se los hereda a todos. México tiene decenas de millones de pobres, la mitad o más de la mitad de sus habitantes. Y al mismo tiempo, acaso en la misma calle, pueden compartir banqueta, el hombre más rico del mundo, montado en 53 mil 500 millones de dólares, y otro con dos pesos en el bolsillo y en toda la vida. El señor Carlos Slim hereda a tantos sus preciosas ambiciones, sólo eso.
Pues, ¿cuántos mexicanos no dicen?: "¡Yo quiero ser como Carlos Slim!"
¿Y cuántos no dicen?: "Yo quisiera escribir como Rubén Bonifaz Nuño...
para poder(un día) escribir:"
"Viejo en su prisión de viejos huesos
me encontraste el corazón.
Un punto, al amor se abrieron sus ventanas.
Me has dado, ciego, contemplarte;
sordo, en el silencio, oír tu risa;
sin piernas ya, seguir tus pasos.
Desaparecida la memoria, relumbras,
presente, como eterna.
Y recién nacido, por cantarte,
el mudo inventa las palabras."
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