ANAHUACALLI

Con lava del volcán Xitle, Diego Rivera labró su Escuela de Artes. Tras entrar bajo el primer arco maya, que es la puerta, comienza la ígnea oscuridad, que es casi perfecta y temible. Entrando, entramos en el Inframundo. Entrando, Coatlicue mira todo con su cráneo y su doble cabeza de serpientes y su falda de serpientes. Los sapos-ranas croan. Las serpientes se alargan y parecen caer. Ahí, en el territorio de la muerte, están las figuras de Frida y Diego, hechos piedra por el tiempo. Luego, el ascenso ocurre a través de otros elegantes arcos mayas de perfecta arquitectura. Dejando el último difuso escalón del ascenso, entramos en el país del cielo. El piso del cielo, que son mosaicos de mármol, son también las nubes. En el núcleo de la casa, Diego situó un ventanal por donde cabría todo el cuerpo del sol, para nunca tener frío.

En uno de los techos perpetuos, dentro de un corazón y sus venas, al abrigo incomparable de una hoz y un martillo: Frida mira a Diego y Diego mira a Frida, boquiabiertos, hablándose o cantándose.

Esa mirada nos sucedía y nos realizaba, Xochipilli, la deidad de la Alegría, regó flores bajo tus pies y sobre tus hombros. Yo, con jadeítas, te hice un collar soberano sobre tus hombros soberanos. Diego permitió otra reina en su casa, y otros rostros igualmente enamorados. Juguemos juntos el juego, la pelota será mi corazón en llamas, para asegurar que mañana salga el sol(para que no desaparezca), te dije. Tú me dijiste palabras inmortales(que perpetuamente escucharé y serán mi vida entera): Como Frida amaba a Diego yo te amo a tí, y tú debes amarme como Frida ama a Diego.